Un coco más. Haremos... ¡otro final!
¡Buenas noches!
¿A qué te dedicas?
¿Cuál es tu profesión?
¿Cuantas letras tiene tu profesión?
Me preguntó la presentadora
De teleconcurso.
Absorto, parome a pensar
y afirmé con inercia
mientras decía -no sin querer-
“Ocho -aprender-”.
Y acerté, sin merecerlo,
el concurso más inútil
de toda la velada.
[...] Así continuaban pasando las noches y, a lo lejos, en el horizonte, seguía sin aparecer un ápice de cordura. Tan sólo se oía el insoportable chasquido de dedos que contínuamente le hacía reflexionar sobre la genial idea de cambiar a su madre, su querida madre, por aquella lavadora automática, que le permitiría incorporarse a un nuevo oficio. El Encantaplumas le llamaban. Sabía que lo necesitaba y, en cualquier instante, iba a ser suyo...