Otro coco
Hasta tocar el cielo
y abarcarlo, todo, quieto:
Desde el este de tus cabales
bailes locos.
Desde el sur de tus caderas
y fuentes que recogen el azur del horizonte,
el rocío.
Desde el ápice del purgatorio,
que en su Jerusalén clama tus ojos serenos,
observándolo desde arriba.
En aquel preciso haz de tiempo,
cerca de mi halo mortecino se cruce con tu joven
y viva risa, subterrena.
Recogeré la gloria de mi pobreza,
en el azul de tu vestido.
Beberé el blanco vino
que fluye, cae sobre las ciudades,
y tras tu negra melena de rizos imposibles
me recoges en tu lecho, ocultando,
un día más el sol.
Para poder seguir soñando.