viernes, 28 de agosto de 2009
De la carne
Carne roja buscaba el aburrido carnicero, con sus brazos afilados hilaba asqueado los ligamentos. La piel que otros amaron de la pared tiene colgada, goteando dientes granate, chorreando penicilina. Sumergía sus dedos negros de suciedad y carne embrutecidos, entre las costillas abiertas, como puertas al abismo. Al terminar su tarea gozoso ríe y se jacta: ya pensaba, niña mía, que no tenías corazón.
miércoles, 26 de agosto de 2009
Caida.
En tu nuca hay una puerta, quítate esos negros jazmines que voy sin gravedad. Lejano me sube el susurro del cuchillo carnicero, entre tus muslos gimen las damas de noche y tu cuerpo se pone a exigir “su” libertad. “Te mataré” piensa un tequiero, mientras escalas la vereda al vacío, llegando a la pradera del ocaso donde haces jirones tu hastío.
Bajó la sombra de la luna y chapoteó en las aceras, llenó dos charcos de piezas sueltas de trozos de pedazos de un todo, el cielo. Desaparecen los jadeos entre risas, hace ya rato que el sol esta saliendo, la cama empapada de esencias y nosotros sin ganas de hacer de perfumeros.
Bajó la sombra de la luna y chapoteó en las aceras, llenó dos charcos de piezas sueltas de trozos de pedazos de un todo, el cielo. Desaparecen los jadeos entre risas, hace ya rato que el sol esta saliendo, la cama empapada de esencias y nosotros sin ganas de hacer de perfumeros.
Agosto
Dibujo con tizas de colores tu olor en el viento. Cuando llueve todo se va por la alcantarilla, tu azur y tu terracota. Cocino en una casa amiga el sabor de tu tierra, pero no se si eso se fríe o se hierve, tu te ríes y tus manos son guías de las mías, y tu boca lejanía susurrante.
Premonizas la agonía, te ríes y se va el hastío, no volveré a lavarme esas manos, no las volveré a utilizar más que ara recordarte en el aire y jugar a vestir y desvestir tu sombra.
Compartes con migo una manzana de colores pasteles, yo pongo en tu tabaco el olvido. Ahora en Casablanca y ahora en Buenos Aires. Tu pal sur y yo del otro lado, dejando el sol coqueto mirarse en el agua salada.
Premonizas la agonía, te ríes y se va el hastío, no volveré a lavarme esas manos, no las volveré a utilizar más que ara recordarte en el aire y jugar a vestir y desvestir tu sombra.
Compartes con migo una manzana de colores pasteles, yo pongo en tu tabaco el olvido. Ahora en Casablanca y ahora en Buenos Aires. Tu pal sur y yo del otro lado, dejando el sol coqueto mirarse en el agua salada.
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