domingo, 22 de febrero de 2009
Cartas en un coco.
Querido amigo, te cuento esto en la habitual carta que te mando siempre que encuentro un trozo de papel y algo de carbón para escribir. Es una suerte que la Biblia aun tenga muchas paginas en blanco sobre las que puedo poner algo de mi propia vida. No siempre uno encuentra un ser que le escuche, aunque ya sabes que esta isla llena de cocoteros no es muy diferente de la gran ciudad. Esa soledad de muchedumbres es como el silbido del viento entre estas montañas.
Pues verás, el otro día las sirenas que llenan el oleaje de estas costas me hicieron un regalo magnifico. Y sabes…, pude llorar por primera vez en mucho tiempo con algo que no fueran mis burdas pasiones. Te hablo del arte amigo, aquel otro amor que todos guardamos dentro.
Era una magnifica historia. Increíble por la profundidad que adquirían los personajes, un idealismo que les llevaba a descubrir a cada uno una verdad de la vida. Llámalo azar, destino o acto de cualquier divinidad que nos alargara su mano, más la vida es la única que nos demuestra los pasos que debemos de seguir.
Crash, o como la han traducido, Colisión. Un pequeño toque que hace derrumbarse toda la torre de hormigón de la sociedad, un soplo de viento y la muralla china cae bajo su propio peso, los ejércitos Persas perecen en el acto, el grito de las tribus negras es acallado por un trueno, y el amor es lo que queda, ondeando su grandeza. El valor de la justicia que nosotros podemos recibir en forma de pasiones, lágrimas y risas. La colérica sensación de lo humano, nos lleva a un mundo superior, y con esta obra he visto la claridad de un mensaje que los hombres bien conocemos, más siempre cuesta seguirlo.
El hombre nunca controla su destino, siempre hay vientos en contra y cae a la deriva durante mucho tiempo, hasta que el tiempo se calma. Más cuando tiene que elegir, momentos en los que se juega su vida sin saberlo, tiene que mirar en lo profundo de su corazón, que todos los humanos hemos compartido, lo que a todos nos une.
Te doy gracias como siempre por haber aliviado mi soledad, pues en tu compañía nunca dejaré de sonreír.
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