sábado, 17 de enero de 2009
¡Vamos chicos, que el mundo nos espera!
“En ningún lugar como en su barco” dijo aquel chico sin saber muy bien de que hablaba.
- “¿Quién echará de menos aquellas cuatro paredes, aquella inmunda granja donde el pasado, el presente y el futuro son tan firmes como el sol que sale?” Ya cuando era joven asomaba su espíritu aventurero, quería viajar, nunca se contentaba con lo que conocía, ni los viejos amigos le parecían mejor compañía que cualquier borracho vagabundo con pinta de extranjero. Si, realmente ahora que lo recuerdo los conocía a todos. “Hoy ha llegado a la ciudad un tipo genial, es un seguidor de noseque cantante de rock que llevo la revolución hippie a holanda […] siempre va con su perro y aunque parezca un harapiento es un genio. Habla muchísimos idiomas, le he visto gritarles a las muchachas que pasaban mil saludos distintos, mil acentos y mil vocales que jamás había escuchado. Por la noche se sentó en el parque junto a mi y entono un blues con las manos y la voz de su maestro.”
Luego esta esa tontería suya de viajar. Sabe, cuanto solo tenía ocho años, o siete… ¡Que demonios! Se escapó de casa y se coló en un barco pesquero creyendo que le llevaría de aventuras por el mar. Aun me acuerdo cuanto aullaba al llegar a casa en manos de la policía. No se lo imagina usted. Bueno ¿que le ha pasado ahora?
- Pues lo de siempre, lo hemos pillado robando una tienda para conseguir más par sus “viajes”.
Imagen desde: http://li-kao.deviantart.com/art/El-Coco-Fugitivo-21784799
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jueves, 15 de enero de 2009
Oración al día.
Otro coco
El sol en caída libre deja asomar su aspa asesina, amanecer de lo oculto, sueño de los días perdidos, panacea de placer, locura de arrugas, cicatrices de cuchillas que no perdonan. Pero ahí esta la primera huella de nuestra madre que escapa a los miedos, arrulladores son sus pasos y sus manos como muertos ramilletes color de oro, dama de noche y fin del día, irrumpes en mi templo sacándome del juego. ¿Y quien ahora es el líder, quien guiara la manada de los locos lobos que no crecen?
Ningún dios va a hundir sus manos, quemar su piel para elevar el astro asesino, dejándome tres pasos más para que pueda, hundir mi piel en tu gimiente cuerpo, beber la azulada sal de tus sonrisas, para secar tus dos lagunas llenas y retirarme como si nadie ha perdido. Pues nada superará jamás los llantos, de aquel que todo lo ha tenido, y contingente es el cielo y tuyo sea el cuerpo que se ha dormido, o soy yo el que no sabe si debo o no buscar en mi algún latido.
Y te iras cuando llegue el frío.
Imagen desde: http://chalo84.deviantart.com/art/Amanecer-Londres-94415806
domingo, 11 de enero de 2009
En el tranvia de los amantes...
Otro coco
En el tranvía de dos amantes fluía tenue el redoble de metal amortiguado, la madera acogía sonrisas disimuladas y suspiros contenidos, barnizados de ensoñaciones palpables, el deseo en el aire denso y quieto. Exhalando volutas de humo azulado que “se desenvuelven alrededor de esa cabecita, dándote un aire griego,” bacanales y tragedia.
Y ella sonreía son los ojos contraídos en una mueca de belleza ingenua, con una profundidad de abismos por los que se cuelan nuestras prendas y desnudos danzamos alrededor de las luces color ámbar.
El viejo diablo
Bajó el demonio de un estante lleno de viejos libros, sujetando firmemente entre sus manos un par de huesos, eterna compañía de su amante. Y se apiado de mí al ver un bosque seco de hastío, lo mismo que un mar emponzoñado, lo mismo que en los ojos de su amada, cuyas entrañas engendraron la esperanza.
“Te siento como yo, desgraciado, y veo belleza, que de perseguirla tanto te ha dejado su coz, en la mirada bien marcada. Recuerdo cuando, hace siglos, estaba yo en el Edén postrado, el ángel más hermoso de la creación, enamorado de la vida y desterrado, por los celos de un Dios creador que de amor nada enseñaba.”
Decía Satanás mientras sentado tiraba dados en algún rincón, sin sacar más de un uno, su suerte me contaba.
“Y a sus hijos me envía castigar, a todos los que amo, pues en realidad mis criaturas sois y aunque seáis desgraciados, os mostrare aquello que se os ha velado, el Jardín Perdido.” Susurraba entre sus dientes encorvado.
Entonces me tendió su mano y asqueado la rechacé. “Vete a tu infesto agujero de gusanos, maldito una y mil veces. Mi alma no tendrás, serpiente, por vanos placeres terrenales. En tus tentaciones no voy a caer, pues eres tú la prueba del pecado.”
No quiso Satanás entrar conmigo a razones, pues le había ofendido y se desvaneció dejando en mi una ligera sensación de somnolencia. Maldigo desde entonces mi estupidez, pues muchas veces he podido comprobar cuanta sabiduría me quiso dejar en legado aquel viejo diablo, y cuanta vanidad había en mis palabras vacías.
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