jueves, 27 de noviembre de 2008

¡Vive condenado!


Otro coco

Había algo sobre la pared colgado, una esfera opaca y polvorienta que crujía. Algo en su interior, latente, ociosamente me llamaba apretándome el estomago, desde las entrañas cavernosas de su caja llena de engranajes.
Gotas de aceite manchaban las pilas de libros, de alguien, quien previamente había pensado, inocente, que una puerta de huida construía. Una chispa y el aceite arde, largas lenguas de fuego acarician la pluma y el papel. Ya nada escapa al torbellino calcinante, ya nada escapa al dragón de escamas doradas, que cruje, que redobla con mil tonos de bronce fino y punzante. Que ruge con el imperio del tic...tac.

Barbacoa


Otro coco
Algo hay bajo las baldosas, una ráfaga de aire caliente y rojizo sale de entre las aberturas de esta ciudad mal construida, y como esporas se introduce por los poros, metiéndose en los ojos, cegando, en la nariz, inutilizando el olfato, en la boca durmiendo la lengua y dándole un nuevo sentido al placer del gusto, en el oído, ensordeciendo, y se pega a la piel, echando raíces dejando un mermado tacto enfermizo de placeres inexistentes.
Algo hay en el interior de estas calles, algo que enamora, y como todo amor pide y no da nada, exige someterse, exige olvidar y dejar en el olvido, exige y demanda, esclaviza a las mentes uniéndolas en una orgía de opio y adormilados individuos que forman parte de un cuerpo confuso.
Mil manos agarran, arañan, tiran y rompen, lenguas que se entremezclan bebiendo ese néctar oscuro y denso, vomito de un ente enloquecedor, secreciones gástricas de una pagana imagen de Eros.

NAPALM se me ocurriría decir, NAPALM para todos como derecho constitucional, y que no se juzgue y no se desee.

Humo


Otro coco
Blanco ángel sin forma, degenerado ser sin similitud humana ¿a que rincón oscuro perteneces, a quien concedes tu alma vacante, vacía, vacilante y tiritante? A todo aquello que arde, como el fuego que un niño prende a todo lo que su curiosidad le señala.
Pequeña niña de cristal, que no toco por no querer, sino por no dejar las marcas de mi piel en tu cristalina pureza, joven de agua dulce, que aun diluida en el mar de saladas lagrimas me permites saborear tu esencia, y nada más.
En la soledad del bosque nocturno te reconozco en la plata de las espinas que hacia ti languidecen, y yo unido a ese eterno intentar, me mezclo a la extensión de los sueños que en ti se encontrarían si pudieran, y por ti se pierden.
En mis sueños te inyecto con una jeringa compartida y te hago dueña de todo mi interior. Que favor te ha concedido el demonio para que no te pueda tocar, que pacto hiciste con la vida para que todo a tu derredor se marchite al caminar, para que el acompasado movimiento de tu cadera que más que inyectarme me haga derramar pantanos cenagosos de sangre y pasión.
Me ahogaría en ti con sumo gozo, como un sacerdote que recibe a su dios en abrazo eterno. Me reuniría con los millares de ánimas que te has cobrado y brindaríamos todos a tu larga vida, y nada más.

El Aquelarre


Otro coco
Beático bramido, como gorgoreo de pájaros a medianoche, me hunden los efluvios de otra esfera en sombras y fantasmas de esta, mi noche tranquila. Levantan las alas los cuervos que en bolsas vivían encerrados, arrancando tiras de negro petróleo y derramando semillas de terror entre los habituales huéspedes de mi ático deshabitado.
Vagabundos, pasan algunos agitados pensamientos, y se acurrucan al son de mi balbuceo mecidos. Bailan muchachas, vírgenes necias, en enloquecidas piruetas y los ligeros granates tiemblan al ritmo; allá, viejas sin dientes chirrían, blasfemias y algunos versos remotos. Así son mis noches de musas, así son lo que en otros tiempos fueron mis carnavales, loco en abrazos me desato y junto a ellos me pongo a gritar, soñando, en mi lecho sudoroso. Desbocado va el caballo de la ira, clarividente es el chaman que ruge entre dientes “¿donde se fueron todos?” Una mosca que agitada por el aire, se despego de la cortina y se oculto tras mis labios.
“Aquí no hay lugar para ti, las puertas de este mundo no te serán abiertas. Eres un mortal sin más y no veras el amanecer por segunda vez.” Y aplastado muere el insecto, me llevo su vida en valor de mi inmortalidad.
Se enlaza entre mis piernas una de las muchachas y todas la siguen riendo. Estas ya no hablan, solo gimen, las primeras, sonríen y abren sus violetas ojos, las que las siguen, se refrotan las manos. Avaricia y lujuria las acompañan, me giro para escapar, lucha forzada y caigo entre el polvo del suelo.
Una vieja me agarra la cara con su huesuda mano y de su boca sale un torrente de arena, olor a mar y a fresca noche de verano. Adiós esperanza, a ti también te abandono en este soplo de soledad.

Antes del charco


Otro coco

Lo de anoche fue solo un desliz, fue tan solo hace un café y un dolor de cabeza, pero se vuelve a repetir. El charco de anoche lo navegamos juntos, pero el sol secó nuestra pasión, ahora queda el olor a tabaco en la ropa y algún beso que se te cayó al escapar de vuelta a casa. Lo de hoy será soledad áspera y fría, o caliente desarraigo servido en una de mis dulces copas de desengaño.
Tus piernas solo forman un pliegue, el que separa mi conciencia de la locura que nos arranca la ropa en el ascensor, tus labios son la cicatriz de la que yo bebo tu sangre, tus problemas, tus noches largas y tus dolores pasados. Pero más allá de esas dos fronteras, solo esta el café y un dolor de cabeza, entre tus dos charcos, solo esta mi amor.