¿Aún hay sitio para la poesía
en esta cúpula, ya no dantesca,
que lejos de buscar la carne, eros y la muerte,
se mueve con un nuevo epicentro?
La tierra se parte con un rayo,
el cielo gris descarga plomo
y ya no hay lugar donde los niños,
sus sueños para cuando viejos,
escondan.
Por mucho que yo busque lo humano,
me pierdo, reconozco que perplejo,
como el perro que perdió su olfato,
olvido donde deje mis huesos.
viernes, 19 de diciembre de 2008
Mi tierra.
Otro coco
Ven a mi ciudad tranquila
donde el liviano aire no encuentra estribos
en su camino, donde
los desatinados jóvenes languidecen
en el tiempo, y se renuevan, como la lluvia
que vuelve al comienzo de la primavera.
Ven a verme en tus ratos libres,
acallando el ajetreo que en ti el deber despierta,
y busca en mi pausada existencia
la tranquilidad que solo el hogar ofrece.
Aquel invierno de las chimeneas,
que llenan las calles de un gris caliente,
con un par de copas te contaré mi vida,
que la paz acoge sin echar de menos el contraste.
Entre unas sabanas calientes,
de un olor a flores y a hierba,
te refugiará un dulce sueño,
y al despertar ¡bienvenido seas!
pues ya eres una parte inseparable
de esta irrealidad.
Casi sin prisa pasarán los años,
y tú sin darte cuenta,
joven viejo, verás que junto a mi
todo se vuelven finos como los detalles.
Aqui el sur se ergue protocolo,
lo trascendente es el día a día,
el alma, como blusa que se lava
te reavivará nueva cada mañana,
ascendiendo sin esfuerzo desde el crepúsculo
que nos unió aquella tarde.
Ven a verme en tus ratos libres,
aquí el tiempo para ti no pasa,
y joven siempre, te espero
cual esfinge, dando sangre nueva
a tus afligidos brazos
Pues como Atlas, tienes tu tarea,
dura y eterna, entre el trabajo y el decoro,
guardándote de los demonios que en la soledad asolan.
Y yo en copula tranquila,
bañando el dulce chocolate en amargo,
recuerdo, ah! cuantos tus deseos,
y veo cuando tú, ya muerto, retrocedes como Fénix
en el tiempo, mecido en tu góndola vacía.
La Parca guía tu destino,
y yo eternamente comadrona,
lo prometido en deuda devuelvo
y beso de nuevo tu piel de niño recién nacido.
Ven a mi ciudad tranquila
donde el liviano aire no encuentra estribos
en su camino, donde
los desatinados jóvenes languidecen
en el tiempo, y se renuevan, como la lluvia
que vuelve al comienzo de la primavera.
Ven a verme en tus ratos libres,
acallando el ajetreo que en ti el deber despierta,
y busca en mi pausada existencia
la tranquilidad que solo el hogar ofrece.
Aquel invierno de las chimeneas,
que llenan las calles de un gris caliente,
con un par de copas te contaré mi vida,
que la paz acoge sin echar de menos el contraste.
Entre unas sabanas calientes,
de un olor a flores y a hierba,
te refugiará un dulce sueño,
y al despertar ¡bienvenido seas!
pues ya eres una parte inseparable
de esta irrealidad.
Casi sin prisa pasarán los años,
y tú sin darte cuenta,
joven viejo, verás que junto a mi
todo se vuelven finos como los detalles.
Aqui el sur se ergue protocolo,
lo trascendente es el día a día,
el alma, como blusa que se lava
te reavivará nueva cada mañana,
ascendiendo sin esfuerzo desde el crepúsculo
que nos unió aquella tarde.
Ven a verme en tus ratos libres,
aquí el tiempo para ti no pasa,
y joven siempre, te espero
cual esfinge, dando sangre nueva
a tus afligidos brazos
Pues como Atlas, tienes tu tarea,
dura y eterna, entre el trabajo y el decoro,
guardándote de los demonios que en la soledad asolan.
Y yo en copula tranquila,
bañando el dulce chocolate en amargo,
recuerdo, ah! cuantos tus deseos,
y veo cuando tú, ya muerto, retrocedes como Fénix
en el tiempo, mecido en tu góndola vacía.
La Parca guía tu destino,
y yo eternamente comadrona,
lo prometido en deuda devuelvo
y beso de nuevo tu piel de niño recién nacido.
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