La hoja enredada en el pelo de la chica, que sigue caminando con fuerte pisada, el vestido bailando con la brisa primaveral, los ojos distraídos en las nubes.
El le señala - algo de una hoja - ella no entiende, y cada zapato mira en su dirección, alejándose cada uno a siguiendo su estrella.
Los corazones caprichosos se desprendieron suavemente, llevados por un magnetismo ancestral, quedándose juntos, mientras los zapatos se perdían en el horizonte.
El atardecer fue tranquilo, y a la noche se escucharon pisadas desde ambas direcciones.
Volverán. Nadie puede vivir sin corazón