miércoles, 18 de marzo de 2015

La rama tembló cuando el pájaro agitó las alas levantando el vuelo, y el viento llevó una hoja desprendida suavemente hacia el camino. Los dedos de ella estaban enredados en los cordones, la cabeza inclinada clavando la mirada en el horizonte. 
La hoja enredada en el pelo de la chica, que sigue caminando con fuerte pisada, el vestido bailando con la brisa primaveral, los ojos distraídos en las nubes. 
El le señala - algo de una hoja - ella no entiende, y cada zapato mira en su dirección, alejándose cada uno a siguiendo su estrella. 
Los corazones caprichosos se desprendieron suavemente, llevados por un magnetismo ancestral, quedándose juntos, mientras los zapatos se perdían en el horizonte. 
El atardecer fue tranquilo, y a la noche se escucharon pisadas desde ambas direcciones. 
Volverán. Nadie puede vivir sin corazón

Recuerdo como bailamos locamente aquella noche, cuando apareciste en la puerta de mi casa con tu estúpido jersey y ese olor tan dulce de "niña bien". El tiempo siguió su camino sin nosotros y como si nada hubiera pasado hemos vivido del lado de acá y de allá.
Desde entonces cuando me distraigo, susurro tu nombre y me paro a pensar si lo he dicho en voz alta o para mis adentros.

Algún día bailaremos de nuevo.
Quizás lo estemos haciendo en algún lugar, dentro de cien mil años, y solo somos demasiado impacientes para verlo venir.

Aun me pregunto porque te subiste a ese autobús. Y yo a ese tren.
Estúpido jersey

Soy solo un niñato pretencioso y prepotente. Lo fui entonces y lo soy ahora - más huraño y mentiroso, pero el mismo barro.

Otro día escribiré algo bonito e intrascendente. Hablar por hablar, fumar por fumar, amor por amor.