El espacio, el aire húmedo, el olor a tierra mojada, no son más que tentáculos de eso que parece ser la realidad, que crean un vacío bajo sus ventosas para adherirse a la mente. El frío es una reacción, el calor es una convicción corporal, el brillo del sol es una burla del brillo de tus retinas la pasada noche sin luna. Podemos trazar un mapa de nuestra mente, un esquema que contenga todas las formas posibles, todas las posibilidades falsas y una o dos que parecen verdaderas, pegadas en la telaraña del subconsciente como moscas que atrapamos y envolvemos en papeles para comérnoslas cuando tengamos hambre. Y el hambre esta también ahí, entre la sensación artificial de satisfacción y la ausencia de espíritu en la naturaleza y en el tiempo.
El hastío baja hasta el estomago, alguien te pregunta acerca de que es la hiel, y no sabes que responder. Habrá que discutir todas las injusticias de la humanidad, compararlas con sus logros, poner un fundamento sobre el que juzgar todo eso y cuando este hecho, confeccionar una peluca de pelo ondulado y encaramrsela en la coronilla. Somos la generación elegida para presentar le cuentas a dios, un termino medio entre payasos y judíos, una sinagoga donde somos esclavos de los que nos ven.
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Mensaje en botella