“Judex damnatur cum nocens absolvitur.”
“El juez es condenado cuando el culpable es absuelto,” dicta así la leyenda que este hilo sustenta. Pues de sobra nos es conocido que los muertos del pasado siglo han puesto con su sangre el sello de lo que a nosotros nos aguarda. De ese modo, adentrarse en los oscuros cimientos de nuestras ruas, nuestras magnificas avenidas, es buscar el porvenir. Pues más verdad hay en las estatuas fundidas a partir del acero de los cañones enemigos, que en lo que se nos cuenta como verdadero. Lo que ocurre actualmente en las calles, y previamente en los tribunales, es de hecho un Zeitdienerei, un servilismo para con la época, un callarse y dejar que los tiempos sigan las estelas dibujadas por las pasadas batallas. A lo que me vengo a referir es a la justicia, que se sigue impartiendo desde un poder antiguo, y acalladas son las voces que a ella se enfrentan desde el entramado social, pues como pasó unos años atrás con la guerra de Iraq, y como está pasando hoy mismo en cualquier esquina, las protestas no sirven para más que para suscitar las poco fiables estadísticas de los noticiarios, que son a la vez más noticia que lo subyacente a ellas, el desarraigo de la verdad, verdad pasada, presente y futura. Así, tristemente supondremos que la democracia en la que vivimos el hija de un pasado negro, cuyos huesos enterrados sean y nadie tenga derecho a penetrar en su historia.
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