jueves, 27 de noviembre de 2008

El Aquelarre


Otro coco
Beático bramido, como gorgoreo de pájaros a medianoche, me hunden los efluvios de otra esfera en sombras y fantasmas de esta, mi noche tranquila. Levantan las alas los cuervos que en bolsas vivían encerrados, arrancando tiras de negro petróleo y derramando semillas de terror entre los habituales huéspedes de mi ático deshabitado.
Vagabundos, pasan algunos agitados pensamientos, y se acurrucan al son de mi balbuceo mecidos. Bailan muchachas, vírgenes necias, en enloquecidas piruetas y los ligeros granates tiemblan al ritmo; allá, viejas sin dientes chirrían, blasfemias y algunos versos remotos. Así son mis noches de musas, así son lo que en otros tiempos fueron mis carnavales, loco en abrazos me desato y junto a ellos me pongo a gritar, soñando, en mi lecho sudoroso. Desbocado va el caballo de la ira, clarividente es el chaman que ruge entre dientes “¿donde se fueron todos?” Una mosca que agitada por el aire, se despego de la cortina y se oculto tras mis labios.
“Aquí no hay lugar para ti, las puertas de este mundo no te serán abiertas. Eres un mortal sin más y no veras el amanecer por segunda vez.” Y aplastado muere el insecto, me llevo su vida en valor de mi inmortalidad.
Se enlaza entre mis piernas una de las muchachas y todas la siguen riendo. Estas ya no hablan, solo gimen, las primeras, sonríen y abren sus violetas ojos, las que las siguen, se refrotan las manos. Avaricia y lujuria las acompañan, me giro para escapar, lucha forzada y caigo entre el polvo del suelo.
Una vieja me agarra la cara con su huesuda mano y de su boca sale un torrente de arena, olor a mar y a fresca noche de verano. Adiós esperanza, a ti también te abandono en este soplo de soledad.

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